Dos flechas de madera atadas a un poste metálico llevan
escrito el nombre de la misma población. Una flecha señala el camino de la
derecha, otra el de la izquierda. Tomo al azar uno de los dos caminos. El
trayecto inicial casi llano se vuelve, de golpe, pendiente y, al coronar una
meseta, a los pocos metros, desde una curva cerrada, puedo vislumbrar, casi
adivinar a través de unos plátanos de sombra de gran porte y unos parterres muy
tupidos cargados de rosas de cuaresma, el estado de fiesta general que impera
entre los bulliciosos habitantes de la población por dos veces señalada. No sé
cómo lo consigo pero entro en la casa. Irrumpo. Me desplomo exhausto sobre el sofá
de cretona y, al tiempo, mi cuñada preciosa, la que abre y cierra la boca de
modo constante, comienza a succionar a diestro y siniestro con atrevimiento y
potencia. Es una boca carnosa pero no húmeda, y otras dos mujeres, sus
hermanas, o ella misma triplicada, nos rodean y forman una pantalla. Pero sólo
lateral. Arriba, en el techo, veo a mi cuñado, sujeto con sólidos anclajes, que
me guiña un ojo.
Buena tierra. ¿Puede usted ubicarla en el mapa? Es un buen lugar donde refugiarse para ver pasar el temporal
ResponderEliminarEsas tierras sólo pueden estar en el Sur.
ResponderEliminarUn poco más allá, siempre encontramos una rotonda que al rodearla nos conduce a la misma habitación de siempre, allí donde está el deseo.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó Estradé
Pesadillesco.
ResponderEliminar..cuyo nombre está en el sueño -
ResponderEliminarCuñada, cuñado... Familias como la suya...
ResponderEliminarNo veo claro el papel del cuñado
ResponderEliminarPlátanos, parterres tupidos, succiones de mujeres triplicadas y un cuñado cómplice...Usted y Luis Buñuel habrían hecho grandes migas ;)
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